
El acompañamiento al baño de personas con movilidad reducida se extiende hasta el 15 de septiembre, entre las 12 y las 20 horas
Pese al cielo encapotado, la playa de Poniente volvió a ser ayer ejemplo de accesibilidad e inclusión. La Unión de Discapacitados del Principado de Asturias (UMA) puso en marcha el servicio diario de asistencia al baño para personas con movilidad reducida, que hasta ahora solo estaba disponible los fines de semana desde el 15 de mayo. El punto accesible, situado en el extremo este del arenal, cuenta con un equipamiento que ha sido renovado y que seguirá mejorando durante el verano.
El concejal de Infraestructuras Urbanas y Rurales, Gilberto Villoria, aprovechó la jornada para presentar las obras realizadas en la instalación, una inversión que alcanzará los 100.000 euros cuando se complete el cierre del paso de acceso. Villoria enmarcó esta actuación como parte de una estrategia más amplia: «Queremos que Gijón sea una ciudad cada vez más inclusiva, más accesible y más amable», afirmó. En ese sentido, recordó otras iniciativas similares, como la mejora del acceso a la escultura de La Madre del Emigrante o la futura ruta accesible de Serín, donde se instalarán códigos QR diseñados para personas con discapacidad visual.
El espacio de Poniente está adaptado con vestuarios, aseos accesibles, un baño para ostomizados, taquillas, y una amplia dotación de ayudas técnicas: sillas y muletas anfibias, chalecos y cinturones flotantes, e incluso una grúa para facilitar las transferencias. Al frente del servicio se encuentra Silvia Vigil, coordinadora de un equipo de ocho personas que incluye profesionales como Belén Fernández, Mónica Sánchez, Beatriz Menéndez, Héctor Felgueroso, Darío Sobrino y David Álvarez.
La atención, que se presta sin necesidad de cita previa salvo para grupos (que deben avisar con al menos 72 horas de antelación), se ofrece todos los días de 12:00 a 20:00 horas hasta el 15 de septiembre. Cada usuario puede disfrutar de un acompañamiento en el agua de hasta 35 minutos.
“Este servicio ha crecido muchísimo”, explica Silvia Vigil. “En un buen día pasamos de atender a 10 personas a 30, y la instalación empieza a quedarse corta”. Aunque las mejoras recientes han permitido optimizar el funcionamiento, la coordinadora plantea futuras necesidades como ampliar la plataforma —preferiblemente con materiales más duraderos como la madera—, sumar aseos y aumentar la visibilidad del servicio en el resto de la playa. “Mucha gente ni siquiera sabe que existe esta zona reservada para personas con discapacidad”, señala.
Más allá del baño en el mar, el impacto del programa es profundo y emocional. “Hay usuarios que no pueden expresar con palabras lo que sienten; simplemente te abrazan, lloran, o te dicen gracias”, cuenta Vigil. “Algunos han oído de sus médicos que no volverán a ver el mar, y reencontrarse con él gracias a este servicio les supone una mejora psicológica enorme. Evita también el aislamiento social que muchas veces padecen”.
Alejandro Catrain, usuario y vicepresidente de UMA, también valoró positivamente las mejoras. «El resultado ha sido fantástico», aseguró, agradeciendo tanto al Ayuntamiento como al concejal Villoria su implicación. «Nos quedan algunos detalles por pulir, pero eso ya se lo decimos en privado», bromeó, dejando claro el ambiente de colaboración entre institución y usuarios.