
Este fin de semana, el Pabellón Central del Recinto Ferial “Luis Adaro” vuelve a convertirse en el epicentro del comercio asturiano con la celebración de la 47ª Feria de Stocks del Comercio de Gijón, una edición que confirma la madurez de un formato que ha sabido resistir los embates del tiempo, las crisis económicas y la transformación digital del consumo.
Aunque el evento se presenta, como cada año, bajo el reclamo de grandes descuentos —algunos comercios anuncian hasta un 70%, reducir esta cita a una simple feria de saldos sería una lectura superficial. La Feria del Stock se ha consolidado como un termómetro económico del comercio minorista local y, al mismo tiempo, como una plataforma de visibilidad para los pequeños negocios que luchan por mantenerse relevantes en un entorno cada vez más dominado por el e-commerce y las grandes superficies.
Más allá del precio
Lo que verdaderamente distingue a esta feria no es el precio, sino el valor añadido que aportan los comerciantes: cercanía, trato personalizado, calidad y conocimiento profundo del producto. En un contexto en el que el algoritmo sustituye al vendedor, este evento es una celebración del comercio tradicional, del que escucha, asesora y fideliza a través de la experiencia, no del clic.
“Participar aquí no es solo una oportunidad para liquidar stock. Es una forma de recordar a la ciudadanía que seguimos aquí, que formamos parte del tejido económico y social de la ciudad”, señala Elena García, responsable de una tienda de calzado que lleva más de dos décadas en el centro de Gijón.
Una economía que se expone
Este año, más de 60 establecimientos participan en la feria, representando sectores tan variados como moda, hogar, calzado, deporte, óptica o papelería. Pero más allá de los productos expuestos, lo que se pone en juego es la supervivencia de un modelo económico que da empleo directo a miles de personas en la región.
Según datos de la Unión de Comerciantes del Principado de Asturias, organizadora del evento, el 90% del comercio que participa en la feria factura más de un 30% de sus ingresos trimestrales durante este fin de semana. “La feria no es un lujo, es una necesidad. Para muchos negocios, es la diferencia entre cerrar el año en positivo o en números rojos”, advierte Carmen Moreno, presidenta de la entidad.
Un evento con alma local
Frente al anonimato de las compras online, la Feria de Stocks ofrece un encuentro humano. Familias, jóvenes, mayores… miles de gijoneses y visitantes recorren los pasillos del recinto en busca de oportunidades, sí, pero también de conversación, de encuentro, de ese pequeño gesto cotidiano que sostiene la economía de proximidad.
La entrada, simbólica (1 euro), no disuade a nadie. Más bien funciona como un recordatorio de que apoyar al comercio local tiene un coste mínimo para el consumidor, pero un impacto profundo y sostenido para la ciudad.
Retos y futuro
La continuidad de este tipo de ferias no está garantizada. Requieren logística, coordinación institucional, apoyo político y, sobre todo, una ciudadanía consciente del poder de su consumo. En una época de inflación persistente y desigualdades crecientes, apostar por el comercio local no es solo una opción ética, sino una estrategia inteligente de desarrollo territorial.
Mientras tanto, este fin de semana, Gijón vuelve a demostrar que, incluso en tiempos de incertidumbre, el comercio de cercanía sigue teniendo futuro… y que a veces, en una simple feria, se esconde mucho más que una ganga.