
Teatro. Cortázar en juego
La aventura sorprende en una isla salvaje convertida en rascacielos; habitaremos sensaciones que perduran la siesta y el sueño más profundo para colarse por entre los dientes. Tal vez por eso o sin motivo, hablemos de otra manera, casi incomprensible; aunque en el fondo se nos entienda. Puede que por esa dificultad nos queramos mudar, para estar de nuevo fuera. Buscamos esa dificultad para volver a escuchar, para escuchar distinto, como si fuera la primera vez. Y saber lo que nos duele para pintarlo con colores ingrávidos. Tal vez la liviandad sea algo a rescatar, nos salve de caer y nos libere con humor y con unas orejas que nos permitan volar y desnudar a quien nos apetezca.
Estas personas que habitan los textos de Cortázar se multiplican, se transforman sin remedio, se licúan y se desfiguran porque tienen curiosidad, tienen una cierta esperanza, aunque sea arañada, salpicada o tropezadaâ¿?
Estamos en una sociedad sin móviles, que involuciona cuando evoluciona, arte, color, pantalón de campanaâ¿? Son los años 70, escuchamos sonidos amenazantes, otros nos remiten al eterno jazz clásico; salpican sonidos de ciudad de antaño, de cuando los semáforos no tenían anidadas las gaviotas. Tal vez interesen ráfagas de emisoras que nos hagan saltar en el tiempo, que nos hagan mudarnos de países, que nos lleven a lugares del inconsciente. El espacio que se crea es sugerente, cambiante y chispeante, junto al vestuario y la luz.
José Sanchis Sinisterra y Clara Sanchis se han lanzado con voraz pasión a una piscina llena de libros. Bucearon y sacaron perlas que pudieran poblar el teatro, para alojarse en dos actores que desean saltar al juego amoroso del maestro.
¡Ojalá lo disfruten tanto como nosotros!
Natalia Menéndez